Papá… yo quiero robar bancos

“Se ha vuelto dolorosamente obvio, incluso para mí, una canadiense de 12 años de edad, que estamos siendo estafados por el sistema bancario en complicidad con el Gobierno. ¿Qué haremos para detener este crimen? ¿Qué haremos para asegurarnos que la próxima generación esté libre de una economía basada en la deuda que la esclavice a los bancos?”.  Así concluye la pequeña Victoria Grant, de tan sólo 12 años de edad, la breve pero contundente exposición que a fines de abril hiciera frente a la audiencia del Instituto Público Bancario, en Filadelfia. Victoria fue invitada a exponer allí pues ya había deslumbrado a los miembros del Rotary Club al que asiste su padre, dando el mismo discurso, el cual fue elaborado por ella misma como fruto de su propia investigación y de su interés en el asunto.

Cualquiera que la escuche (el video está disponible en youtube, por cierto, subtitulado y todo) no puede sino asombrarse de la lucidez con que una muchachita habla de algo que muchas veces a nosotros mismos, los adultos, nos resulta difícil de entender, y reflexionar sobre si la solución propuesta por Victoria es en realidad tan simple como ella lo plantea.

Y es que la cuestión del dinero es compleja. A mí me llevó años entenderla. Parece un asunto sencillo, pues a simple vista se trata nada más que de una unidad de cambio sin la cual la única manera de comerciar sería el trueque, pero no es tan así. Además, ocurre que el dinero está tan incorporado a nuestra vida, que nadie cuestiona su existencia; muy por el contrario, todos damos por sentado que hay que obtenerlo para vivir, tal como un salvaje sabe que debe cazar para comer.

Para entender cómo es que en realidad funciona, se hace necesario revisar un poco de Historia.

Hasta 1930, la cantidad total de circulante estaba en directa relación con la riqueza existente en el país, puesto que el dinero tenía un respaldo en oro y cualquier persona podía canjear un billete por su equivalente en el metal precioso, tan solo acudiendo al banco que lo había emitido. Todos los bancos eran emisores y los billetes se emitían contra recibo de depósitos en oro, que era lo que se atesoraba en las bóvedas. Pero quienes mueven los hilos de la economía mundial decidieron, astutamente, cambiar las reglas del juego e instaurar un modelo en que la gente vive EN LA ILUSIÓN DE LA RIQUEZA, mediante la supresión del canje por metales preciosos y la puesta en marcha del dinero con valor ficticio (“legal tender”), que es como funciona hasta hoy. Como consecuencia, el valor del dinero ya nunca más estaría en función de la riqueza de un país (entendiendo por riqueza cualquier bien lo suficientemente durable y apetecido como para que valga la pena conservarlo), sino en función de cómo se inclina la balanza entre el debe y el haber.

Este nuevo modelo económico terminó de perfeccionarse e imponerse en el mundo a mediados de los años 70, que es el punto de inflexión que Victoria menciona en su discurso.

Desde entonces, en cada país existe un solo ente emisor de dinero: el Banco Central. ¿Y cómo se pone en circulación el dinero emitido por el Banco Central? Pues éste se lo PRESTA a los bancos –sujeto a una pequeña tasa de interés– para que ellos lo administren, lo inviertan o lo vuelvan a prestar, y como el principal objetivo de los bancos es la usura, éstos a su vez se lo prestan a los individuos, a las empresas y al Estado (sí, al Estado) a tasas de interés mucho mayores, para que lo gasten, lo inviertan y obtengan ganancias que les permitan pagar lo prestado, lo que genera una espiral de endeudamiento sin fin, interminable, ad aeternum. Esto, porque desde el momento mismo en que el dinero es emitido, se genera una deuda mayor a la cantidad emitida (puesto que existe una tasa de interés aplicada a la emisión, que es un préstamo), lo que determina la quintaesencia del sistema financiero moderno: EL DINERO ES DEUDA. Y lo es a tal punto, que si el día de mañana todo el mundo decidiera pagar todas las deudas que tiene, esto sería derechamente imposible, puesto que todo el dinero y todos los activos existentes en el mundo son (y serán siempre en el actual sistema) menores al total adeudado. Peor aún, de todo el dinero que se transa hoy en el mundo, menos del 5 por ciento existe físicamente (en forma de monedas o billetes) y todo el resto es nada más que números en el aire, apenas respaldados por unos trozos de papel llamados bonos (que son los documentos mediante los cuales el Banco Central acredita el traspaso de dinero a los bancos) y contabilizados en soportes virtuales llamados cuentas bancarias.  Entonces, el dinero que prestan los bancos es, por increíble que parezca, FICTICIO.  Todo aquél al que alguna vez le concedieron un crédito debería saberlo… ¿acaso recibió un fajo de billetes con el que salió caminando por la puerta del banco? No. Tal como dice Victoria, “cuando en un banco te otorgan un crédito –que literalmente significa una “promesa de deuda”– o te hacen un préstamo, en realidad no te entregan dinero, sino que hacen clic en un computador y crean el dinero de la nada, pues no lo tienen en las bóvedas”.

Lo que está ocurriendo hoy en muchos países europeos –como Grecia, España o Irlanda– es una muestra clarísima de cómo funciona todo esto. Tomemos el caso de Grecia, por ejemplo. ¿Qué pasó allí? En palabras simples, Grecia llegó a generar una deuda anual de 160 cuando en un año era capaz de producir tan sólo 100, por lo que pasó a números rojos. En el mundo de los negocios, esto es conocido como “bancarrota”, y lo que corresponde en tal caso es declararse en quiebra y entregar todo el patrimonio para pagarle a los acreedores, puesto que la bancarrota no tiene solución (a menos que alguien compre la deuda o que la institución quebrada haga aparecer dinero por arte de magia). Ahora bien, ¿aceptaría algún país, por muy en bancarrota que esté, que la banca le embargue hasta las luminarias de la calle? Por supuesto que no, pero tampoco es negocio para los acreedores que todo un país continúe funcionando al debe, ni mucho menos que su deuda crezca, crezca y sólo crezca –como era el caso de los griegos– por lo que la solución que se propuso para rescatar a Grecia no pudo ser otra que CONDONAR la mitad de su deuda e “inyectarles” dinero a los bancos. Así es, condonar e INYECTAR DINERO.

Pero ¿qué es esto de “inyectar” dinero? ¿Acaso se trata de abrir una bóveda secreta en la que hay guardado un capital de emergencia para usar en momentos de crisis? No; nada como eso existe en ningún lugar del mundo. “Inyectar” dinero no es otra cosa que inventarlo de la nada, ex nihilo, tal como un mago lo haría sacándolo de la manga de su chaqueta; es simplemente decir que ahora hay más dinero disponible para determinado fin, sin que dicho dinero siquiera exista, siendo esto posible sólo porque quienes lo dicen tienen la facultad legal para hacerlo. Asimismo, pedir un “préstamo” en un banco no es acceder a una parte del capital del banco, sino que es ser “beneficiado” por el mismo acto de magia, ante el cual adquirimos la obligación de pagar con el fruto de nuestro trabajo.

Así, cada vez que un país entra en crisis, se puede ir en su rescate prestándole, literalmente, nada más que una cifra con muchos ceros escrita en un papel, y obligándolo a pagar con el trabajo de sus ciudadanos. Así, una y otra vez se puede evitar que la economía colapse.

Ahora, ¿cómo se ha podido sostener esta incesante escalada de endeudamiento por tanto tiempo? Esa parte es simple: el objetivo del capitalismo es el enriquecimiento y quienes participan de él aspiran a ser mañana más ricos que hoy, por lo que es LA AMBICIÓN lo que mantiene esta máquina andando, nada más.

¿Alguna vez ha tenido en sus manos una gran suma de dinero y repentinamente lo ha invadido la sensación de que se trata nada más que de un montón de papel pintado de colores, haciéndole perder completamente de vista el sentido que tiene desvivirse por conseguirlo? Créame, no es casualidad. ¿O ha intentado “asencillar” plata en un banco últimamente?  Lo más probable es que no lo haya conseguido si no es titular de una cuenta corriente. Y es que los bancos cada vez tienen menos dinero en su poder, pues cada día que pasa se hace menos necesario que exista. De hecho, ya casi ni siquiera pasa por nuestras manos: ahora es todo tarjetas.

El dinero es, hoy por hoy, un truco de magia. Nos debemos a él únicamente porque le reconocemos cierto valor y porque lo aceptamos como moneda de cambio. Y es gracias a ello que todo, absolutamente todo (nuestros bienes, nuestro conocimiento, nuestras habilidades, nuestro tiempo e incluso nuestras vidas) tiene un precio asignado, aunque éste no sea más que un número intangible, una cifra que se paga sumando pequeñas cantidades hora tras hora, día tras día, año tras año, con el sudor de nuestra frente.

Es la brillantemente concebida ESCLAVITUD MODERNA.

Al final de su exposición, la pequeña Victoria propone una salida a esta situación: que el Estado deje de endeudarse con la banca y le pida dinero directamente al Banco Central, lo que le permitiría reducirles impuestos a los ciudadanos y poner más dinero real en circulación, con el que la gente tendría mejores opciones de pagar lo que les debe a los bancos. ¿Será tan simple? Me temo mucho que no. Más simple sería hacer como Clive Owen en “El plan perfecto” o como Jason Statham en “El robo del siglo” y así cobrarnos revancha por haber sido burlados, engañados, estafados y esclavizados durante tanto tiempo.

Aún recuerdo cuando, siendo incluso menor que la pequeña Victoria, le pregunté una vez a mi padre: “Papá, ¿de dónde sale la plata?”, a lo que él respondió explicándome que existía un banco que imprimía los billetes y se los entregaba a los demás bancos para que lo hicieran circular, ante lo cual, intrigado, repuse: “Y si los otros bancos no imprimen billetes, ¿para qué existen?”. Hoy tengo la certeza que si mi padre hubiera conocido la verdadera respuesta a esa pregunta y hubiera sabido dármela, mi conclusión hubiera sido una sola: “Papá… yo quiero robar bancos”.

 

 

2 thoughts on “Papá… yo quiero robar bancos

  1. Felicidades por esta columna. Deberían hacerla leer a los estudiantes de básica y media para que comprendan como se maneja el dinero.
    Felicidades nuevamente, me entretuvo bastante.

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