Por Gonzalo Véjar Paz, Antropólogo – Corporación ACCESO.
De cuando en cuando, la discusión respecto a la necesidad de modificar el sistema binominal con la finalidad de acrecentar la legitimación democrática y mejorar la representatividad de la ciudadanía, aparece en la palestra pública, colocando en inconvenientes a una elite autocomplaciente que se niega a generar modificaciones en este ámbito, apareciendo aquellos parlamentarios más conservadores como una muralla difícil de soslayar.
Estos actores políticos se transforman entonces en íconos de quienes se perpetúan en el poder y finalmente terminan por autorrepresentarse, favoreciendo el desprestigio de una elite que actúa a partir de sus propias creencias e intereses. Algo así como una contramayoría oligárquica que niega la alternativa de propiciar reales cambios políticos que fortalezcan la representación democrática, contentándose con reducir al ciudadano a la condición de cliente, disminuyendo la relevancia de lo público.
De esta manera, el quehacer político también se fue paulatinamente convirtiendo en un negocio que sólo unos pocos pueden desempeñar, siendo otro de los ámbitos donde ha permeado la privatización y junto con desideologizarse ha disminuido en espesor intelectual y de opinión sustentada en sólidos argumentos. Junto con lo anterior, avanza la apatía política, la que se explica no sólo por desinterés y desidia, sino que también indica desconfianza y distanciamiento.
Los mismos que se oponen a dejar atrás el binominalismo son los que imposibilitan el surgimiento de una nueva Constitución votada por los ciudadanos, negándose a comprender que estamos en presencia del fin de un ciclo, intentando aminorar las implicancias y los planteamientos de los movimientos sociales que desde hace un tiempo el país ha contemplado y que han gritado su hastío con la autorreferencia del poder político.
Así surgen agrupaciones y colectivos que intentan chocar y descolgarse del sistema, por una opción de realidad, valórica y estética, convirtiéndose en espacios de resistencia política y cultural que posibilitan socialización de nuevos signos y significados y nuevas alianzas sociales.
El gran argumento del actual gobierno frente a estos temas ha sido que a la población no le interesan los cambios políticos. ¿De qué forma demostrarle que existen importantes sectores ciudadanos que si los quieren? Una fórmula será cómo usemos nuestro voto en las futuras elecciones, levantar nuestra voz y opinar, participar de agrupaciones afines a temáticas políticas y movilizarse, ya que parece ser que cuando las calles hablan y las encuestas bajan, los cambios empiezan a emerger.
“No debemos olvidar que no se hace la historia sin grandeza de espíritu, sin una elevada moral, sin gestos nobles” – Rosa Luxemburgo –
UN DATO : EL INSTITUTO DE SOCIOLOGIA DE LA UNIVERSIDAD CATOLICA -POR ENCARGO DE LA CAMARA DE DIPUTADOS- HIZO UN ESTUDIO QUE SEÑALA QUE EL 22% DE QUIENES SE ABSTUVIERON QUISIERON “MANIFESTAR UN RECHAZO A LA POLITICA Y AL SISTEMA POLITICO” POR OTRA PARTE, EL 23% SE ABSTUVO PORQUE NO LE INTERESAN LAS ELECCIONES MUNICIPALES Y EL 21% LO HIZO “PORQUE NO SE SENTIA REPRESENTADO POR NINGUN CANDIDATO”. (PUNTO FINAL N° 771 – EDICION DEL 23 DE NOVIEMBRE DE 2012)
Respecto a este tema, dos fenómenos que considero relevantes. uno es que implica la perdida significativa de terceras fuerzas que aun cuando han obtenido votaciones importantes y por lo general mayores a individuos arrastrados por las mayorías, no logran poder representar. Esto es un cortapiernas permanente que diluye y desalienta a sectores o fuerzas con grandes ideas y con aportes relevantes que de ser plasmados en una representación provocarían cambios interesantes. Otro tema es la sobrerepresentatividad que provoca este sistema respecto a los conglomerados o partidos, por ejemplo la cifra más elocuente es la siguiente: la Unión Demócrata Independiente cuenta con un 11,5% de sobrerrepresentación, ya que varios de los parlamentarios electos, no estaban entre los más votados. Este fenómeno, aseguran especialistas, enfila a la fuerza a sectores, personas y partidos a objetivos mas globales y comunes, matando la riqueza de las diferencias individuales.
La mayor excusa de los sectores conservadores es que las personas “de a pie” no tienen interés en las reformas políticas, para justificar que los esfuerzos deben ser destinados a las necesidades “de verdad”, lo cual es una estrategia que la a dado mucho éxito… y sin duda es un error garrafal, ya que las reformas políticas son necesarias para modificar la composición del congreso donde se hacen y se piensa la legislación que afecta a todos los Chilenos.