Por Miguel Mellado Suazo, Gobernador de Cautín
Esta semana recordamos el tercer aniversario del terremoto y tsunami del año 2010, una fecha que nos emociona profundamente y que nos provoca sentimientos encontrados.
Hoy recordamos la dolorosa pérdida de 593 chilenos que no volveremos a ver debido a este evento, 156 de ellos que perdieron la vida por efecto del tsunami. Nunca más queremos que esto se repita en nuestro país, nunca más aceptaremos la pérdida de nuestros seres queridos por la irresponsabilidad de unos pocos.
Muchos podrían haberse salvado si el gobierno de turno en ese momento hubiese tomado las acciones necesarias y oportunas para resguardar la integridad de las personas. Más importante, que quién era la autoridad no hizo nada.
No se hizo lo que se debió haber hecho, teniendo todos los avisos no validó a las regiones para haber tomado esa decisión. Esa decisión de no hacer nada significó la muerte de muchos de chilenos. Estaban todos y ninguno hizo nada, teniendo todos los elementos de juicio para haber ordenado la evacuación y haber evitado mas de alguna de las muertes y el dolor de muchos que sobrevivieron. Nunca más.
Es una fecha que nos trae bastante dolor, en especial a los familiares de las víctimas, 17 de Angol, Temuco, Villarrica y Padre las Casas en La Araucanía, y a todos aquellos que lo perdieron todo: sus hogares, sus recuerdos, una vida de esfuerzo que quedó destruida para muchas familias.
A todos ellos, queremos decirles que nunca más habrá muertos en Chile por la negligencia de un Gobierno, por la falta de eficiencia de la institucionalidad de turno, por la falta de preocupación y capacidad de reacción frente a acontecimientos de la naturaleza.
Cómo enfrentar las emergencias no es, por cierto, la principal obligación de un gobierno; pero sí es una de las importantes, un compromiso con la población y su calidad de vida. Nadie puede hacerse cargo de una situación de esta naturaleza mejor que el Estado y sus órganos y es precisamente en esas ocasiones cuando se requiere el don de mando, la determinación y la disposición de recursos con que cuenta el gobierno.
La falta de resolución en los momentos en que había que decretar la alerta de tsunami, la indecisión e inexcusable retraso a la hora de decretar estados de excepción que permitieran proteger a la ciudadanía, enfrentar los saqueos y otras situaciones de la emergencia, caracterizaron la acción del gobierno anterior el 27 de febrero de 2010 y los días inmediatamente posteriores.
Son los propios chilenos la prioridad de este Gobierno y de nuestro Presidente Sebastián Piñera, nada es más valioso que la vida de cada habitante de este largo y angosto país, acostumbrado a las inclemencias de la naturaleza pero con una gran capacidad de levantarse frente a la adversidad, trabajando en conjunto y de la mano por un objetivo humano y solidario como lo es la reconstrucción.
Queremos apoyar y estar junto a todas esas familias con las que el gobierno de turno no supo estar a la altura, aquellas familias que perdieron inexcusablemente a un ser querido, acompañándolas en su dolor, en su recuerdo de un terrible acontecimiento que probablemente pudo ser evitado mediante una reacción y coordinación oportuna.
Así, en tres años, trabajando unidos, escuchando a aquellos familiares de las víctimas y a los damnificados, algunos de los lugares afectados no solamente han recuperado buena parte de la infraestructura dañada el 27 de febrero, sino además lucen una fisonomía mejor que la que tenían antes del terremoto.
Ello puede decirse, con toda propiedad, de muchas de las localidades costeras de la séptima y octava regiones que sufrieron los embates del maremoto: Constitución, Iloca, Pelluhue, Cobquecura e incluso Dichato en el que en los inicios del proceso hubo problemas, son hoy día lugares más bonitos y mejores para vivir que antes del 27 de febrero de 2010.
Esta reconstrucción ha sido resultado de mucho esfuerzo, una tarea que gracias a todos los sectores de nuestro país han dejado en claro las principales cualidades de cada chileno y nuestro Gobierno: eficiencia, espíritu de servicio, capacidad de gestión, probidad, diligencia y por sobre todo, respeto por las personas que perdieron la vida, sus familiares y las opiniones de los damnificados.
Ese 27 de febrero de 2010, fue uno de los peores días que podamos recordar como chilenos, con ese brutal terremoto y posterior tsunami que azotó con una fuerza enorme al país, destruyendo vidas y sueños que muchas personas tenían hasta antes de ese momento. En ese instante, empezó para muchos de nosotros uno de los mayores desafíos de nuestras vidas, ese fue el poner al país nuevamente de pie.
Sin embargo, aún tenemos mucho camino que recorrer y heridas que sanar. Por ello estamos trabajando, dando lo mejor de nosotros mismos, apoyando a quienes están sufriendo y luchando para que negligencias como las ocurridas el 27F no se vuelvan a repetir, porque Chile está avanzando con todos.