Por Gonzalo Véjar, antropólogo.
La Estación de Trenes de Loncoche ha sido desde siempre un referente histórico y cultural en esta comuna, más ahora, que cobija al “Centro Cultural Estación”, instancia que ha posibilitado nuevos espacios de visibilización a diferentes expresiones artísticas.
En este contexto, en un pausado recorrido por el lugar, nos encontramos con variados y coloridos murales, que acompañan la infraestructura que aún nos conmueve a quienes en nuestra infancia viajamos en el tren Santiago a Loncoche, andábamos en bicicleta en eternas, libres y bulliciosas caravanas por sus andenes, jugábamos fútbol en la cancha de Ferrocarriles -en mi caso, jugué en el Club Ferroviarios, vestimenta aurinegra, a la usanza del mítico Arturo Fernández Vial o Peñarol de Montevideo, equipos de origen ferroviario- o simplemente paseábamos de la mano con algún amor juvenil o callejeábamos algún trago.
Loncoche, tierra de “tenaces e incansables”, como otros pueblos de La Araucanía, surgió al amparo del Ferrocarril, ya que gracias a ese incipiente dinamismo económico, permitió los primeros asentamientos, pasando posteriormente a formarse la Población Carrera.
Hoy deambulo por estos mismos recodos de la historia, como un acto poético de vuelta hacia el pasado, rememorando un paraíso perdido, ratificando que “nuestra patria es la infancia”.