Las “quemas autorizadas”, un anacronismo ambiental en Chile

En Chile, la Conaf ha autorizado estas quemas para este lunes 7 y martes 8 de abril, una decisión que ya ha sumido a Temuco bajo una capa de humo, generando quejas en redes sociales por parte de habitantes que son testigos del humo y la contaminación, generando preocupación por su salud.

Las denominadas “quemas autorizadas” o, más cuestionablemente, “quemas controladas” vuelven a poner en el centro del debate una práctica que, lejos de ser una solución moderna, se revela como un vestigio anacrónico en un mundo que enfrenta crecientes desafíos ambientales.

En Chile, la Corporación Nacional Forestal (Conaf) ha autorizado estas quemas para este lunes 7 y martes 8 de abril, una decisión que ya ha sumido a Temuco bajo una capa de humo, generando quejas en redes sociales por parte de habitantes que son testigos del humo y la contaminación, generando preocupación por su salud.

Mientras en países como España o regiones de México se han implementado prohibiciones o restricciones estrictas a esta práctica, en Chile persiste como un método tolerado, a pesar de sus evidentes perjuicios.

Esta autorización, que Conaf justifica bajo un marco regulatorio supuestamente seguro, no logra ocultar los problemas inherentes a las quemas. En primer lugar, la emisión de humo contribuye significativamente a la contaminación atmosférica, afectando la calidad del aire y exponiendo a la población a partículas nocivas que agravan enfermedades respiratorias, especialmente en niños y adultos mayores.

En Temuco, una ciudad ya castigada por altos índices de polución, esta práctica solo profundiza una crisis ambiental que las autoridades parecen ignorar. Las redes sociales se han convertido en un eco de la frustración ciudadana, con mensajes que denuncian la capa de humo presente en la comuna y alrededores y la aparente indiferencia institucional.

En segundo lugar, las “quemas controladas” representan un riesgo latente de incendios forestales. Aunque se presenten como manejables, las condiciones climáticas impredecibles -como vientos fuertes o sequedad extrema- pueden transformarlas en desastres incontrolables, como ha ocurrido en el pasado. Este peligro es aún más crítico en un contexto de cambio climático, donde el aumento de temperaturas y la disminución de humedad elevan la vulnerabilidad de los ecosistemas.

Además, esta práctica degrada los suelos al eliminar materia orgánica esencial, reduciendo su fertilidad y afectando la productividad agrícola a largo plazo. Lejos de ser una herramienta eficiente, las quemas perpetúan un ciclo de dependencia que ignora alternativas sostenibles como el compostaje o la trituración de residuos vegetales, métodos que ya son estándar en otras latitudes.

Finalmente, el impacto en la biodiversidad es innegable: la quema indiscriminada destruye hábitats de fauna local y libera carbono almacenado, contribuyendo al calentamiento global.

Que en 2025 Chile siga aferrado a las “quemas autorizadas” mientras otros países las relegan al pasado, es una señal preocupante de estancamiento. La decisión de Conaf de permitirlas esta semana, dejando a Temuco bajo una nube de humo, no solo ignora las demandas ciudadanas, sino pone en entredicho el compromiso del país con un futuro más limpio y saludable. Es hora de cuestionar si estas prácticas tienen cabida en una sociedad que aspira a la sostenibilidad, o si, por el contrario, son un lastre que debemos superar de una vez por todas.

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