Por Gonzalo Véjar Paz, Antropólogo – Corporación ACCESO.
Diversos cientistas sociales han coincidido en el hecho de que la Globalización genera contradicciones. Por una parte, logra su propósito homogeneizador, y por otra, causa o redefine particularismos. O sea, “vivimos a la vez en lo local y lo global”.
Es en este escenario donde aparecen manifestaciones locales que canalizan inquietudes de gestores culturales y artistas, refuerzan creaciones locales, movilizan opinión, generan lazos para desarrollar asociatividad y contribuyen a un proceso de identidad local, lo que estimula y nutre de renovada fuerza al sentido de pertenencia. Por ello, los aspectos culturales son vitales para una inserción óptima en la Globalización y para demostrar que pese a lo influyente y potente de la mundialización, los colectivos redefinen comportamientos y refuerzan sus pautas culturales.
La cultura actúa entonces como un instrumento que facilita un crecimiento integral y pleno de las sociedades, pero por sobre todo es lo fundante y lo que solventa el desarrollo, ya que otorga identidad a los pueblos y posibilita sentido a la existencia de los hombres, más allá del reduccionismo que habla sólo de lo económico como importante. Así, lograr posicionarla como un aspecto relevante en el quehacer de una comunidad, puede generar mayor integración de los ciudadanos en la satisfacción de sus principales requerimientos y problemas, en pos de bregar por mayores indicadores que mejoren la calidad de vida de la población.
En este contexto, el enriquecimiento en torno al conocimiento histórico de un grupo social y los elementos que lo constituyen en un conglomerado diferente a otro, potencia una inclusión en la Globalización y en el escenario mundial desde una particularidad, cuestión que está dada por el desarrollo cultural y que contribuye a una relación entre los pueblos resguardando sus propios elementos culturales.
Con ello se democratizan las relaciones y se transita hacia lo que el filósofo Martin Hopenhayn cataloga como “la utopía transcultural”, la cual consiste en el respeto hacia el diferente culturalmente y la ausencia de la negación y la discriminación del otro, reconociendo a ese otro como miembro de una identidad colectiva que también nos incluiría, pero que necesita la erradicación de cualquier forma de colonialismo cultural o de instauración de un modelo único. Este mecanismo, según Hopenhayn, “puede llegar a ser una forma de salir democráticamente al encuentro y la invitación que nos plantea la globalización, entendida como utopía transcultural”.
Entonces, las agrupaciones humanas, al verse trastocadas en esta vorágine globalizadora, van creando obstáculos y resistencias sociales y culturales. En este contexto, destacan reivindicaciones de particularismos, movimientos nacionalistas, identitarios, de integrismo religioso y de protesta social que se oponen de diversas formas y expresiones.
En términos culturales, surge la necesidad de insertarse en la mundialización desde una especificidad cultural e identitaria, la cual se cree posible más allá de algunas pautas comunes que se van barajando. La idea es que se produzca “un verdadero diálogo entre las culturas, ya que el diálogo surge cuando la sorpresa es mutua, cuando el interés o la fascinación se corresponden”, como explica el ensayista español Juan Insua.
Las sociedades de mayor grosor y peso cultural serán las que lograrán insertarse en el mundo transnacionalizado, las otras, según el Sociólogo Manuel Antonio Garretón, “quedarán entregadas al poder de aquéllas, de los mercados y de los poderes fácticos que operan en este mundo. El ‘cemento’ de las sociedades en el futuro será cultural”.
Comparto el diagnóstico, pero solo si se acepta la diferencia como el principio fundamental de la actual modernidad, frente a la homogeneización de la razón de la sociedad ilustrada, frente a la homogeneización de las coaliciones políticas y el sistema democrático que excluye, frente a la homogeneización de los medios de comunicación, frente a la homogeneización del derecho positivo romano, frente a la homogeneización de la educación homogeneizante, frente al principio de verdad científico y su ideología solapada, frente a la homogeneización de 1 sistema económico y la subpolítica de las transnacionales, frente al dios homogeneizador de religiones, frente a la estética del capitalismo, frente a la homogeneización del valor de cambio frente al de uso, frente al ninguneo histórico de la mal llamada sociedad chilena, al huacho, al indio, al pobre, al negro, al moreno , al amarillo, al rojo, a la nana, al flojo, al poeta, al inútil poeta……………a los pájaros que cantan pero no producen, importante tarea queda por hacer para romper la paradoja de lo utópico de esta utopía.
Me parece que debemos apuntar al dialogo profundo (“a veces parece utopico tambièn), pero será de etsa forma que construyamos una sociedad mas realista y justa, incluyendo e incluyendonos a todos chilenos, indigenas, inmingrantes, entre otros. La riqueza esta en el coletivo y en lo que juntos podamos construir.