Por el Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl, académico, escritor e investigador (PUC-UACh).
“La lectura es a la mente, lo que el ejercicio es al cuerpo de una persona” (Joseph Addison, escritor y diplomático británico del siglo XVII).
Un estudio realizado en el año 2019 por la Universidad de Chile relacionado con el hábito de la lectura de la población chilena, arrojó algunos resultados que no dejan de sorprender, por cuanto, de acuerdo con esta investigación, el 35% de los chilenos lee por “razones académicas”, el 26 por ciento de la población lo hace “para informarse”, en tanto que sólo un 7 por ciento de los encuestados señaló hacerlo por un tema “de recreación”.
¿El aspecto más negativo de este estudio? Tan sólo un 50 por ciento de los chilenos lee de manera habitual, en tanto que el 50 por ciento restante no tiene desarrollado el hábito de la lectura.
Ahora bien, el hábito de la lectura no sólo tiene que ver con el nivel de cultura y de conocimientos que va adquiriendo una persona en el transcurso de su vida, sino que también tiene una estrecha relación con el desarrollo de la capacidad cognitiva del sujeto, aspecto, que a su vez, se vincula directamente con la “capacidad de comprensión lectora” que logra alcanzar, donde nuevamente, los resultados pueden ser calificados de pobres y decepcionantes para el caso de nuestro país, ya que un estudio de Comportamiento Lector realizado por el Consejo de la Cultura y el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile reveló que un “84% de los chilenos no comprende adecuadamente lo que lee”.
No obstante lo anterior, la peor noticia la entrega un informe de la Ocde titulado “Education at a Glance 2018” (Una mirada a la Educación 2018), donde se señala que tan sólo “el uno por ciento de los adultos chilenos que tiene educación media completa entiende lo que lee” frente al 7 por ciento promedio de la Ocde, en tanto que “solo el 5 por ciento de los adultos con educación superior tiene un alto nivel de comprensión lectora”, mientras que el promedio del grupo de países pertenecientes a la Ocde es del 21 por ciento.
Porcentajes, que por cierto, son muy preocupantes, especialmente cuando sabemos que en nuestro país tenemos, asimismo, un alto número de personas llamadas “analfabetas funcionales”, es decir, personas que una vez aprendieron a leer, a escribir y a calcular, pero que por desuso, terminaron por perder la habilidad de utilizar su capacidad de lectura, escritura y cálculo de manera eficiente en situaciones habituales de la vida.
¿Cuál es, entonces, la importancia de la lectura y de la capacidad de comprensión lectora? En primer lugar, si la persona entiende lo que lee, entonces es capaz de desarrollar algunas hipótesis a partir de lo leído, lo que significa que dicha persona ha desarrollado un “pensamiento crítico” y es capaz de sacar diversas conclusiones. Esto último, es algo que hoy resulta ser crucial, ya que la sociedad se enfrenta a una verdadera avalancha de noticias falsas, así como a la necesidad de tener que encontrar personas que sean capaces –y que tengan las competencias necesarias– para redactar una nueva Constitución Política, luego de realizado el plebiscito fijado para el 25 de octubre de 2020.
En segundo lugar, y tal vez tan o más importante que el punto anterior, es el hecho, que leer en forma habitual aumenta las esperanzas de vida. Es lo que demostró una investigación de la Universidad de Yale, Estados Unidos, que hizo un seguimiento durante muchos años a más de 3.500 personas que tenían más de cincuenta años, concluyendo que “aquellos individuos que leían un libro durante media hora o más al día, vivían un promedio de 23 meses más que los no lectores o lectores de revistas o sitios web”.
Más aún: se detectó que la lectura habitual retrasa el Alzheimer, mejora las sinapsis cerebrales, mejora las capacidades cognitivas de la persona, el vocabulario, la manera de pensar, la capacidad de concentración y que, incluso, permitía desarrollar un mayor grado de Inteligencia Emocional, es decir, el manejo y control adecuado de las emociones.
Llegados a este punto, sólo puedo hacer una sugerencia a los papás y mamás de niños pequeños: preocúpense de desarrollar en sus hijos(as) el hábito de la lectura. Un niño(a) que lee en forma habitual será un adulto que razona, que piensa, que cuestiona y que será capaz de desarrollar el llamado “pensamiento crítico”.
Los fundamentos para esta sugerencia son simples de entender. De acuerdo con Marcelo Trivelli, actual presidente de la Fundación Semilla, el “pensamiento crítico significa contar con habilidades de observación, de razonar de manera lógica y ordenada, de levantar variadas respuestas, de evaluar y de decidir o de llegar a una conclusión”. Lo anterior implica que este niño(a) estará en condiciones de pensar de una forma distinta a lo que está “normalizado” por la sociedad, o bien, de aquello que pareciera ser obvio.
¿La razón de mi sugerencia? De acuerdo con diversos estudios y análisis recientes, el sistema de educación escolar actual de Chile, no incentiva el pensamiento crítico en el contexto escolar, ya sea que hablemos dentro del aula escolar o fuera de él, ya que tal como lo destaca Trivelli, la excesiva atención que se brinda en los colegios al “aprendizaje de contenidos, va marchitando la curiosidad y la creatividad de los niños en la medida que van pasando de curso”, hasta matarlas por completo. Triste y dolorosamente cierto.
Digamos finalmente, que si bien, el pensamiento crítico está considerado como uno de los principales objetivos transversales de la educación en todos los países, son pocas las naciones –tales como Finlandia, Eslovenia, Dinamarca, Singapur, Suecia y Noruega– aquellas que le entregan al pensamiento crítico la real importancia que se merece.