Pero no sólo ha sido diputado y senador por La Araucanía. Pinochet lo designó alcalde por Toltén, Lautaro y luego Temuco. En 1982 asumió la jefatura regional del Departamento Social de la Intendencia, encargándose de la creación de la Secretaría Regional Ministerial de Gobierno. Su nombre ahora suena como nuevo presidente del Senado.
En el tapiz político chileno, hay figuras que se erigen como monumentos a la permanencia en el poder, desafiando el espíritu de renovación democrática. Entre estas figuras se destaca José García Ruminot, cuya larga carrera en el parlamento suscita preguntas incómodas sobre la salud de la democracia y la necesidad de la alternancia en el poder.
Durante la dictadura de Pinochet, asumió diversos cargos públicos. En 1980 fue designado alcalde de Toltén. Dos años más tarde, en 1982, asumió la jefatura regional del Departamento Social de la Intendencia, encargándose de la creación de la Secretaría Regional Ministerial de Gobierno (Seremi), siendo su primer secretario regional.
En 1984, fue designado alcalde de Lautaro, posteriormente el 23 de junio de 1986, asume como alcalde de Temuco, desempeñando el cargo hasta el 10 de agosto de 1989.
En mayo de 1989, inicia su militancia en Renovación Nacional, ocupando el cargo de vicepresidente en diversas oportunidades.
Desde su ascenso como diputado por La Araucanía en 1990, García Ruminot ha tejido una red de influencia que lo ha mantenido en el círculo legislativo durante más de tres décadas. Su transición al Senado en 2002 sólo ha solidificado su posición, generando preocupaciones sobre la concentración de poder en manos de unos pocos.
La persistencia de García Ruminot en el poder ha sido alimentada por una combinación de factores, incluida una maquinaria política sólida y una base de apoyo arraigada en la Región. Sin embargo, su longevidad plantea serias interrogantes sobre la renovación democrática y el acceso equitativo al poder político.
Mientras García Ruminot acumula años en el Parlamento, surgen críticas sobre el estancamiento político que puede resultar de una permanencia excesiva en el poder. ¿Se están dando espacio a nuevas voces y perspectivas en el debate político, o estamos atrapados en un ciclo de continuidad que obstaculiza la innovación y el progreso?
Además, la duración de su mandato plantea preguntas sobre la eficacia de los límites de mandato y la necesidad de reformas que promuevan una mayor rotación en el poder. ¿Debería haber restricciones más estrictas para evitar la perpetuación en el poder, o confiar en la voluntad del electorado para realizar cambios?
Cabe señalar que todas estas preguntas surgen cuando justamente en estas últimas horas se baraja la posibilidad que este personaje político ahora ocupe nada menos que la presidencia del Senado de la República.
En última instancia, la permanencia de José García Ruminot en el Parlamento pone de relieve la importancia de mantener un equilibrio entre la experiencia y la renovación en la política. Si bien la experiencia puede ser valiosa, la democracia también requiere espacio para nuevas ideas y liderazgos que reflejen la diversidad y las necesidades cambiantes de la sociedad.
En un momento en que la confianza en las instituciones políticas está cada vez más desprestigiada, es crucial abordar estas preguntas y reflexionar sobre el futuro del sistema democrático chileno. La permanencia de figuras como García Ruminot puede ser un síntoma de problemas más profundos que requieren atención y acción para garantizar la vitalidad y la legitimidad de la democracia.