
Con la cancelación unilateral de dos espectáculos -primero el del comediante Don Carter, programado para el 2 de mayo en el Aula Magna, y ahora el de la talentosa Paloma Salas- Temuco se convierte en el epicentro de un oscurantismo que creíamos superado.
En un giro que parece sacado de los anales más oscuros de la Edad Media, el denominado “gran canciller” de la Universidad Católica de Temuco (UCT), monseñor Jorge Enrique Concha Cayuqueo, ha decidido que el Siglo XXI es un lugar demasiado moderno para su gusto.
Con la cancelación unilateral de dos espectáculos -primero el del comediante Don Carter, programado para el 2 de mayo en el Aula Magna, y ahora el de la talentosa Paloma Salas- Temuco se convierte en el epicentro de un oscurantismo que creíamos superado. ¿El delito de los artistas? Al parecer, atreverse a existir en un espacio que el gran canciller considera su feudo personal.
No es un secreto que la UCT, como institución católica, opera bajo ciertos principios. Pero lo que estamos presenciando no es una defensa de valores, sino un retroceso al tiempo de las hogueras y los edictos papales. La decisión de suspender estos eventos, sin diálogo ni explicación pública convincente, evoca a la Santa Inquisición: un poder absoluto que dicta qué se puede ver, escuchar o pensar, mientras el pueblo -o en este caso, el público- queda reducido a espectador silente de su propia censura.
El equipo de Don Carter lo dijo claro en marzo: la cancelación fue “por disposición del gran canciller”. Paloma Salas, por su parte, vio su show evaporarse en un acto similar de autoridad divina esta misma semana. ¿Qué sigue? ¿Prohibir los libros que no pasen el filtro del púlpito? ¿Excomulgar a quienes osen reírse en voz alta? Temuco, una ciudad que aspira a ser un polo cultural en el sur de Chile, se ve arrastrada a una distopía clerical donde el humor -ese bálsamo humano- es tratado como herejía.
Este no es solo un ataque a los artistas, sino a la libertad de expresión y al derecho de las personas a decidir qué consumir. En pleno 2025, mientras el mundo avanza hacia debates abiertos y plurales, el gran canciller nos recuerda que el progreso no llega a todos los rincones. Aquí, en cambio, se prefiere el látigo moral al diálogo, la sombra al escenario iluminado. Si Torquemada levantara la cabeza, seguro aplaudiría desde su tumba.
Es hora de preguntarnos: ¿hasta cuándo permitiremos que el oscurantismo disfrazado de virtud dicte nuestras vidas? Don Carter y Paloma Salas no son las únicas víctimas; lo somos todos los que vemos cómo el reloj de la historia se atrasa en Temuco, tic-tac, hacia un pasado que nadie pidió resucitar.
Busquen espacios Laicos y públicos, Teatro Municipal por ejemplo.
Si hay un espacio en donde queda en evidencia la decadencia moral, podredumbre cultural, clasismo, fascismo incluso y muchas otras cosas más, cuál más indeseable, es en nuestro humor. Los artistas que se dedican hoy en día a esto, parece que tienen claro que si no se chuchetea, no se insulta, no se hace alusión al “fasho pobre”, no se “flaitea”, no cunde, no hay plata, no hay seguidores ni público. En parte tienen razón. Basta con ver el séquito de idiotas útiles comprando entradas para un espectáculo de tan bajo nivel, que en otras latitudes solo serviría de telonero para un show de strippers, en la shopería más barata, del peor barrio que se pueda imaginar. Bueno, así estamos. Bién por la autoridad de la Universidad, la cual esta en todo su derecho, aunque debió haber emitido algún comunicado, no hubiese estado demás. Para quienes hablan de “retroceso, inquisición, etc.”, un consejo: aprendan bién lo que significa realmente la Libertad de Expresión, porque su concepto libertino dista mucho de lo que debería ser, algo gravísimo si consideramos la importancia del ejercicio periodístico.
Si tu eres humorista, creas contenido, tienes que asumir que tu libertad de expresión puede colisionar con otras garantías tan importantes como aquellas. Y esas personas tienen derecho a actuar acorde a lo que dichas acciones te puedan afectar. De tal forma que puedes reclamar tu derecho. Eso es básico en un estado de derecho. Ahora, si crees que por ser “artista”, puedes exponer lo que quieras, dónde tu quieras y nadie se puede negar porque eso es facismo, inquisición, censura, etc., entonces, hay ahí un peligro mayor que el que se acusa.