Por el Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl, académico, investigador y escritor (PUC-UACh).
“Mientras algunas personas intentan olvidar, otras tantas más luchan en forma desesperada por recordar”.
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa y multifactorial del cerebro que afecta las funciones de las células cerebrales y representa una forma insidiosa de demencia que se inicia, generalmente, entre los 60 y los 65 años de edad, y que afecta la memoria, el pensamiento y la conducta de las personas.
Sin embargo, hoy en día, se da la particularidad, de que encontramos casos de sujetos que no han cumplido los 40 años –y más jóvenes aún– que ya presentan síntomas de la enfermedad, condición, que altera gravemente su calidad de vida, realidad que está generando mucha preocupación entre los entendidos y expertos en el tema de la salud mental, ya que el número de personas con demencia está aumentando a gran velocidad.
Sólo en Chile hay más de 220.000 personas con Alzheimer, en tanto que la OMS calcula que para el año 2030 habrá en el mundo más de 82 millones de personas con demencia y para el año 2050 serán más de 150 millones.
El inicio del Alzheimer es un proceso gradual e implica un déficit y deterioro a nivel cognoscitivo de tipo continuo, desconociéndose en la gran mayoría de los casos la causa exacta del mal. Si bien, se habla de un factor de riesgo de tipo genético –localizado en el cromosoma 19–, el hecho de ser portador del gen no implica, necesariamente, desarrollar la enfermedad, ya que –tal como veremos más adelante– también existen otros factores que pueden intervenir de manera significativa en el desarrollo de este mal, tales como ciertos factores ambientales, así como también el estilo de vida que lleva el sujeto.
Fue el médico alemán Alois Alzheimer –de ahí el nombre de este mal–, el primero en identificar los síntomas y señales de esta enfermedad, cuando al examinar el cerebro de una mujer que había fallecido a los 55 años de edad, detectó que su tejido cerebral presentaba diversos cambios degenerativos y anomalías fisiológicas. Estudios posteriores encontraron la presencia de altos niveles de aluminio en los cerebros de pacientes con Alzheimer, al compararlos con aquellos sujetos que no presentaban la enfermedad.
Algunos de los síntomas más habituales del Alzheimer son los siguientes:
1. Problemas con la memoria: se produce un deterioro de la capacidad para aprender nueva información o recordar información aprendida en forma reciente.
2. Alteraciones cognoscitivas, tales como problemas con el uso del lenguaje (afasia); dificultades para realizar actividades motoras, no obstante que la función motora está intacta (apraxia); fallas y errores en el reconocimiento o identificación de objetos (agnosia); alteración en la ejecución, es decir, aquél proceso que involucra una serie de pasos secuenciales: abstracción, planificación, organización, ejecución.
3. Desorientación y confusión témporo-espacial: pérdida de conciencia sobre el día en que se está; si la persona sale sola de su casa, puede perderse y resultarle imposible saber cómo regresar a ella.
4. Deterioro significativo de la actividad laboral o social, con la pérdida subsecuente de su trabajo y la fuente de sus ingresos.
5. El curso de la enfermedad se caracteriza por un inicio gradual y un deterior cognoscitivo continuo, con cambios en el patrón de sueño, lo que aumenta el riesgo de sufrir alucinaciones y delirios.
6. Presencia de comportamientos extraños: dar vueltas por la casa sin un objetivo claro, repetir una y otra vez las mismas preguntas, agredir y morder a familiares o amigos.
7. Algunas personas presentan cambios de personalidad y/o un incremento de la irritabilidad en los estadios iniciales, en tanto que en fases avanzadas pueden presentarse alteraciones en el caminar, alteraciones de tipo motor y, en ocasiones, mutismo y postración total en la cama.
En etapas avanzadas del Alzheimer, las personas afectadas pueden perder el control de esfínteres (primero la incontinencia urinaria y luego la fecal), situación que las obliga al uso de pañales, algo que mortifica mucho en su dignidad a los pacientes. Esta pérdida de control de esfínteres puede estar asociada al hecho que la persona no alcanza a llegar al baño, olvida dónde está el baño o no recuerda cómo avisar de su necesidad.
Asimismo, el enfermo ya no reconoce –o lo hace de manera esporádica y/o por instantes– a personas cercanas (hijos, pareja, familiares) y olvida sus nombres. En ocasiones, no reconoce ni siquiera su propio reflejo e imagen en el espejo. La comunicación se ve reducida sólo a lo extraverbal, es decir, a gestos, por su incapacidad de comprender el lenguaje, o porque apenas puede hablar, hasta llegar el momento en que sólo emitirá algún que otro sonido y necesitará de ayuda para alimentarse, ducharse, vestirse y peinarse, no obstante lo relativamente joven que pueda ser la persona.
Cuando se compara a las personas afectadas de Alzheimer con la población general, se constata que quienes tienen familiares de primer grado con Alzheimer de inicio precoz (antes de los 65 años), tienen más probabilidades de desarrollar este trastorno. Por otra parte, en aquellos casos de Alzheimer de inicio tardío (después de los 65 años) también existe un componente genético. Se ha demostrado, que en el caso de algunas familias, cuyos integrantes presentan Alzheimer de inicio precoz, existe una herencia de tipo dominante, ligada a algunos cromosomas específicos (cromosomas 14, 19 y 21).
Previamente, se señaló que existen ciertos factores externos al individuo que podrían ser los causantes del desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, tales como:
1. Factores ambientales: las personas están expuestas a altos niveles de elementos contaminantes –y en ocasiones tóxicos y cancerígenos–, tales como el aluminio, mercurio, cobre, plomo o bien, a ciertos plaguicidas y herbicidas usados de manera abundante en el campo y en la agricultura, tales como el Roundup (o glifosato), producto que además, es cancerígeno. Lo mismo sucede con los antibióticos y hormonas que se inyectan a los peces (salmones) a las aves (pollos y pavos), a los cerdos y a las vacas.
2. Estilo de vida de la persona, ya sea, que el sujeto lleve una vida muy sedentaria, una mala alimentación (alto consumo de grasas saturadas y de productos con alto contenido de azúcares, escaso consumo de pescado, frutas y verduras, etc.), escasa o nula actividad física, además de nula o escasa actividad intelectual (la persona no tiene hábitos de estudio, de lectura o de escritura, lo cual, impide y coarta el uso de todo potencial del cerebro, de modo tal, de mantener activo este crucial “músculo” de nuestro cuerpo).
En relación con el tema de la contaminación, el Dr. Rashid Deane, investigador del Centro Médico de la Universidad de Rochester, en Estados Unidos, descubrió, por ejemplo, cómo la acumulación de cobre dispara e intensifica la enfermedad de Alzheimer al impedir la eliminación de proteínas tóxicas en el cerebro (beta amiloide), condición que acelera su acumulación al interior de este órgano.
En este sentido, existen miles de ciudades repartidas por todo el mundo que están pegadas –o muy cercanas– a centros de explotación minera, donde los metales pesados y tóxicos quedan en forma permanente en el aire que respiramos, en los reservorios de agua (pozos, ríos, lagos), en el mar y en las tierras de cultivo, generando, por esta vía, miles de verdaderas “cloacas químicas” que producen diversas enfermedades de carácter grave en las personas. Baste recordar, que muchos de los peces y mariscos que comemos, vienen contaminados con metales pesados –cobre, mercurio, arsénico, etc.– que terminan depositados en nuestros organismos, a causa de la irresponsabilidad con la que actúan las empresas, con tal de ganar dinero a costa de la salud de la población.
En definitiva: tanto el aluminio, así como también los metales pesados forman parte de nuestro entorno cercano y se encuentran presentes en nuestras aguas, aire y alimentos. Esta condición nos envenena poco a poco, llegando en –casos extremos– a provocar gravísimas enfermedades o la muerte de la persona.
Ahora bien, teniendo presente todos los datos y antecedentes que se han entregado en este artículo, en una segunda parte acerca de este importante tema, analizaré y presentaré una serie de formas y estrategias exitosas relacionadas con cómo prevenir y detener el avance del Alzheimer, con la finalidad de que las personas tomen conciencia –y se den cuenta– de que nadie está libre de enfermarse de Alzheimer y que es preciso actuar a tiempo en contra de este mal.