Por Gonzalo Véjar Paz, Antropólogo – Corporación ACCESO.
El actual proceso globalizador, eminentemente económico pero con fuertes implicancias culturales, según su configuración neoliberal y características mercantiles, plantea una serie de interrogantes. Una de ellas trata sobre la homogeneización cultural que se encuentra tras su lógica, tomando en cuenta que se caracteriza por una actuación protagónica de transnacionales que masifican sus productos y con ello pautas de consumo.
Así, las industrias culturales, como las dedicadas al cine y la televisión, globalizan hábitos, valores, conductas y creaciones que no necesariamente concuerdan con las pautas de colectivos culturales en cualquier parte del mundo, con directrices que dudosamente podrían ser espontáneas.
Dichos sucesos se tornan relevantes, toda vez que la globalización pretende actuar como negación de la diferencia, disminuyendo la importancia de lo propio y de las pautas que han configurado a lo largo de la historia una determinada forma de pensar y construir el mundo.
A este respecto, la importación de cultura de forma indiscriminada genera pérdida de identidad, dejando de ser lo que nuestra construcción histórica se ha encargado de sustentar. Por ende, el enriquecimiento de un esquema sociocultural se establece a partir de la incorporación armónica de nuevos elementos y cuando los sujetos se encuentren capacitados para valorarlos, asumirlos o desecharlos.
El proceso homogeneizador ha desembocado, contrario a lo que los grupos de poder que lo impulsan quisieran, un fortalecimiento de regionalismos, localismos y particularismos; los que se relacionan fuertemente con sus propias tradiciones, costumbres y celebraciones. Un ejemplo de ello ha sido los movimientos sociales de raigambre regional y las reivindicaciones históricas del pueblo mapuche.
Además, en las grandes ciudades e incipientemente en pequeñas comunas, se tornan cada vez más visibles lo que algunos han denominado como tribus urbanas, grupos que deambulan en torno a identidades específicas, basándose en atuendos, creencias, ritos y prácticas que los hacen un conglomerado distinto a otro.
Pese a esto, los asuntos culturales se han transformado en un tópico que se encuentra fuera del debate, la crítica y las propuestas públicas, pese a su relevancia, ya que se trata de aspectos que colaboran a procesos tendientes a que todos los miembros de la comunidad aprendan en conjunto e individualmente a pensar, dentro de una honesta manera de comprender, sentir y construir la vida.
Así al menos lo entienden los colectivos que mayor reflexión crítica están generando, coincidiendo en la necesidad de impulsar procesos sociales que reafirmen la importancia de lo colectivo por sobre lo individual, vinculándose conceptos como identidad, pertenencia y participación, que están entrecruzados y son complementarios.
La semana pasada un ex Ministro en el programa Estado nacional al discutir sobre la incorporación del PC en un futuro Gobierno mostró como ve la cultura un hombre connotado en la politica, militante DC y generador de ideas en la Concertación…al PC, no lo veo en Hacienda, en Justicia, pero si en Cultura (en un tono despectivo)Asi nuestra clase política ve la cultura y la generación de instancias de creación, porque la cultura es concientización, es darle valor a lo nuestro, es realmente empoderarnos de nuestra identidad y eso es un cambio revolucionario, que nuestros políticos no están dispuestos a transar, ellos quieren un Estado que los provea de recursos para seguir legislando para unos pocos.
La cultura es un eje de una trasformación social, el arte y la cultura dan pasos minimos hoy, pero, un gran salto cuando las nuevas generaciones que ya alzan la voz hoy, den el golpe final.