Por el Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl, académico e investigador (UACH).
La ingesta precoz de alcohol en los adolescentes representa desde hace mucho tiempo en Chile, un problema médico-social de alta notoriedad pública y una realidad que despierta un alto grado de preocupación en muchos especialistas e investigadores del tema en comento.
Lo que más nos llama la atención a las personas que trabajamos en salud, es que el hábito de la ingesta alcohólica en los más jóvenes –además de ser una conducta problemática y en constante alza– está casi siempre asociado con la práctica del sexo precoz e inseguro, así como con el uso habitual de distintos tipos de drogas y alucinógenos, tales como marihuana, metanfetaminas, éxtasis, cocaína y otras.
Diversos estudios internacionales han demostrado de manera incontrovertible y concluyente, que el consumo de alcohol y tabaco a temprana edad constituye la antesala ideal y propicia para el futuro uso de muchas drogas ilegales, ya que son conductas que van, casi siempre, de la mano.
Es así, por ejemplo, que el especialista norteamericano en programas de prevención, Raymond P. Lorion (2011), señala que retrasar todo cuanto sea posible el comienzo del consumo de alcohol y tabaco en niños y adolescentes constituye uno de los aspectos claves y fundamentales en el diseño de las estrategias antidrogas en Estados Unidos.
El Dr. Lorion es uno de los especialistas más reputados y conocidos en programas preventivos sobre abuso de drogas en su país, y su recomendación –basada en las investigaciones empíricas realizadas en los Estados Unidos–, cobra vital importancia en nuestro país, donde los índices de consumo de tabaco y alcohol en los jóvenes se han disparado de una manera alarmante. Por otra parte, baste recordar, que de acuerdo con un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del año 2015, tanto los varones chilenos como las mujeres adultas, ocupan hoy en día, a nivel Latinoamericano, los primeros lugares en ingesta alcohólica, con 9,6 litros de alcohol puro por persona, lo cual, no es, precisamente, el mejor ejemplo que pudieran “copiar” los más jóvenes, y esta problemática de los adultos también precisa de programas continuos de prevención.
Otro especialista que se suma al tema de la ingesta precoz de alcohol, es el director de la clínica Alfa Adicciones, el Dr. Rolando Chandía, psiquiatra y experto en alcoholismo, quién reafirma, justamente, que uno de los aspectos más grave de esta conducta juvenil, es que el alcoholismo se relaciona con una sexualidad prematura, lo que ha conducido, justamente, a que en nuestro país hayan aumentado de manera peligrosa y llamativa los embarazos en niñas muy jóvenes.
Es así, por ejemplo, que los muchachos señalan que con la ingesta de cerveza y otras bebidas alcohólicas las “niñas quedan mansitas” y “regaladas” para mantener relaciones sexuales sin mucha oposición. El grave problema radica, en que el “regalito” lo tienen las niñas nueve meses después, niñas, que desde todo punto de vista, son todavía inmaduras y muy jóvenes para ser madres, condición que, habitualmente, les impide terminar su educación media y les coarta, asimismo, la posibilidad de iniciar estudios superiores, iniciándose así, un periplo complejo de adaptación a su nueva realidad de “madres” y “padres” juveniles, lo que incide en la perpetuación de una suerte de círculo de la pobreza del cual es difícil salir, ya sea a causa de no haber podido terminar su educación media, así como por la ausencia de un título profesional que les permita obtener un trabajo bien remunerado y ganarse el sustento para ellos y para su bebé.
La otra gran preocupación que surge de esta realidad, es que la ingesta de alcohol en la niñez y en la adolescencia es nefasta en lo que al desarrollo intelectual de los jóvenes se refiere, por cuanto, es preciso tener muy en cuenta, que a esa edad la maduración del cerebro aún no se ha completado.
Es preciso, entonces, que tanto los jóvenes como los adultos sepan y tomen conciencia que el consumo de alcohol provoca daños irreversibles en el cerebro de los adolescentes (y también en el de los adultos), consecuencia que tiene como resultado final un rendimiento académico pobre y muy inferior al que tiene un estudiante normal y que no bebe, además de presentar conductas que pueden ser muy problemáticas desde el punto de vista académico, familiar y social: ausentismo y mal rendimiento escolar, práctica de bullying hacia otros compañeros, meterse en peleas y reyertas con resultados de heridas graves, rebeldía ante los padres y las autoridades, desarrollo de conductas delictivas y la consiguiente comisión de delitos –hurtos, asaltos, robos– con el fin de conseguir dinero para seguir bebiendo, etc.
Pero esto no es todo. Según la OMS, el consumo de alcohol está directamente relacionado con más de 200 enfermedades y severas lesiones corporales, incluyendo la cirrosis hepática, pérdida de memoria, inflamación del páncreas, impotencia sexual en el caso del hombre y riesgo de dar a luz niños deformes o con retardo mental en el caso de las mujeres, así como también varios tipos de cáncer (de mamas, garganta y boca), representando además, uno de los principales factores de riesgo de muerte en adolescentes a causa de graves accidentes de tránsito por manejar bajo la influencia del alcohol.
Según un estudio del Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (CONACE) más de 400.000 niños entre 9 y 15 años consumen alcohol en Chile, realidad que indica que cuatro de cada diez adolescentes entre 8º básico y 4to medio declaran haber consumido alcohol recientemente, y cinco de cada diez toman alcohol regularmente los fines de semana, lo cual nos conduce a otro dato con carácter de aterrador: en Chile habrían actualmente más de 200 mil alcohólicos jóvenes. Esto representa un desastre social de marca mayor.
Según el informe “Impacto Económico del Uso de Alcohol en Chile” elaborado por la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Chile, cada año nuestro país pierde alrededor de tres mil millones de dólares (U$3.000.000.000) –una cifra sideral– como consecuencia del abuso en la ingesta de alcohol, costo social que se concentra en: (a) la ocupación de días-cama de hospitales y la administración de medicamentos a causa de diversas enfermedades físicas y mentales, (b) generación de accidentes viales y laborales con consecuencia de heridas graves, discapacidad y muerte, (c) tener conductas agresivas y violentas en el hogar y en el trabajo, (d) deterioro de la calidad de vida del sujeto alcohólico y de la familia, (e) disminución de la productividad laboral y pérdida de millones de horas-hombre para el país, etc.
Entre los factores que han incidido en el fuerte aumento de la ingesta alcohólica entre los jóvenes en nuestro país, hay que considerar los siguientes: 1. El exceso de publicidad en prensa, radio y televisión que estimula el consumo de bebidas alcohólicas, al ser asociadas a elegancia, buena onda, destreza física, poder de conquista sobre el sexo opuesto, etc., lo que hace que los jóvenes vean el alcohol como algo muy positivo y como un elemento indispensable que hace la vida mucho más grata. 2. La ausencia de comunicación con la familia de origen, aspecto que se observa tanto en los estratos sociales altos como bajos, que conduce a que los niños se críen y crezcan en soledad, en función de lo cual, su aprendizaje por socialización lo hacen en las calles o en el colegio, con los grupos de amigos. 3. Los nuevos formatos y envases de licor que facilitan la adquisición y el consumo entre los jóvenes. 4. Usar el alcohol como un “medio de escape” a sus problemas diarios, con el objetivo de “sentirse bien”, para estar más a gusto en las fiestas, ser parte del grupo y no ser marginados por los amigos que beben, para emborracharse y “pasarlo bien”.
En este sentido, es preciso destacar que no hay “solo un culpable” en esta situación que viven los jóvenes en relación con el alcohol, sino que es un problema multifactorial que debe ser atacado desde todos lados y donde TODOS deben poner de su parte en la solución del problema, empezando por las familias de estos jóvenes, ya que si en la propia familia no se habla del tema y no se les enseña a los niños desde pequeños los múltiples problemas que les puede generar la ingesta de alcohol, es casi imposible que se puedan tomar medidas preventivas cuando estos chicos ya han crecido.
Por su parte, el rol del Gobierno en los programas de prevención que buscan crear conciencia acerca de los daños y los múltiples peligros que acarrea el consumo de alcohol, se hacen insuficientes y tampoco atacan la raíz del problema, a saber, el fácil acceso que tienen los niños y jóvenes al alcohol. Eso por una parte. Por otro lado, tampoco existe un control estricto de la publicidad irresponsable que “difunde” el consumo de alcohol como si fuera una experiencia exquisita que sólo entrega placer, felicidad, poder de conquista sobre el sexo opuesto y autosatisfacción.
Complementariamente con lo anterior, los dueños de locales de expendio de bebidas alcohólicas muchas veces hacen la “vista gorda” con los menores de edad, con el fin de no perder la venta, lo cual contribuye a facilitar el acceso de estos chicos al alcohol.
Finalmente, esperemos que alguna vez, el gobierno le haga caso a los expertos e implementen el único tipo de programa que ha dado resultados en la contención de la conducta alcohólica en los adolescentes, a saber: (a) reforzamiento escolar constante a través de actividades extra programáticas, (b) llevar a cabo un programa de apoyo integral para subir y reforzar la autoestima de los niños, (c) establecer un vínculo más directo y estrecho entre las escuelas y las familias, (d) incluir la participación de las juntas de vecinos en los programas de prevención de drogas y alcohol.
¿Resultado de este programa estratégico en los lugares donde se ha implementado? Al cabo de cinco años –cuando los niños ya tienen entre 12 y 13 años de edad– NINGUNO de los niños favorecidos con este tipo de programa mostró señal alguna de haber usado algún tipo de droga, ni siquiera de haber consumido alcohol o tabaco.
Por contraste, lo “normal” habría sido que a esa edad, entre el 20 y el 25% de estos menores bebiera alcohol y entre el 10 y el 15% consumiera tabaco o marihuana.
Nosotros en Chile, parece que preferimos seguir perdiendo cada año miles de vidas jóvenes, junto con un enorme perjuicio económico para el país de más de tres mil millones de dólares por año fiscal, antes que modificar la actual conducta apática, abúlica e indiferente de las autoridades de turno al respecto de este grave problema social de nuestros jóvenes.